viernes, 28 de febrero de 2014

El Gusano Erudito - XVIII


LA CONFESIÓN DE UN GRANUJA
No todos saben cantar,
no todos pueden ser manzana
y rodar a los pies de los demás.

Esta es la suprema confesión
que puede hacer un granuja.

Ando intencionalmente despeinado
con la cabeza como una lámpara a petróleo.
Me gusta iluminar entre tinieblas
el deshojado otoño de vuestras almas.
Me gusta cuando las piedras de los insultos
vuelan hacia mí, como el granizo que vomita la tempestad.
Entonces sólo oprimo con más fuerzas
la pompa oscilante de mis cabellos.

Con cuánto cariño recuerdo
el estanque invadido por la hierba y el ronco tañido del aliso,
que en algún lugar viven mi padre y mi madre,
a quienes todos mis versos les importan un comino,
pero que me aman como al campo y a su propia sangre,
como a la llovizna que en primavera mulle los brotes.
Ellos les clavarían a ustedes sus horquetas
por cada injuria que lanzan sobre mí.

¡Pobres, pobres campesinos!
Seguramente ya están feos y viejos
y aún temen a Dios y las ánimas del pantano.
¡Oh, si pudieran entender
que su hijo
es el mejor poeta de Rusia!

¿Acaso sus corazones no se helaban
cuando sus pies desnudos tocaban los charcos del otoño?
Ahora anda con sombrero de copa
y zapatos de charol.

Pero vive en él, con ímpetus de antaño,
el mismo aldeano travieso.
Desde lejos saluda con reverencias
a las vacas pintadas en los letreros de las carnicerías,
y cuando se cruza con los coches de la plaza
recuerda el olor del estiércol en los campos natales
y está dispuesto a levantar la cola de cada caballo
como la cola de un traje de novia.

Amo a mi patria.
¡Amo inmensamente a mi patria!
Aunque exista en ella la tristeza y la herrumbre de los sauces.
Me gustan los hocicos fangosos de los cerdos
y las voces estridentes de los sapos en el silencio nocturno.
Estoy enfermo de recuerdos de infancia.
Sueño con la humedad y la niebla de las tardes de abril.
Como queriendo entibiarse
nuestro arce se encuclilló ante la fogata del ocaso.
¡Cuántos huevos robé de los nidos de las cornejas
trepando de rama en rama!
¿Será el mismo con su cima verde?
¿Será como antes tan dura su corteza?

¿Y tú, mi querido,
mi fiel perro ovejero?
La vejez te ha puesto gruñón y ciego
y vagas por el patio arrastrando tu cola caída,
tu olfato ya no distingue el establo de la casa.
Cuán queridas me son aquellas travesuras
cuando hurtaba pan a mi madre
y lo mordíamos por turno
sin sentir asco uno del otro.

Soy el mismo de antes
y mi corazón es el mismo.
Los ojos florecen en el rostro como azulíes en el centeno,
y al extender las esteras doradas de mis versos
quisiera decirles mis palabras más tiernas.

¡Buenas noches!
¡Buenas noches a todos!
La guadaña de la aurora ha enmudecido
sobre la hierba del crepúsculo...
Siento unas ganas enormes
de mear la luna desde la ventana.

¡Luz azul! ¡Es tan azul la luz!
En este azul ni siquiera morir importa.
¡Qué me importa parecer un cínico
con un farol colgando del trasero!
Mi viejo, buen y malherido Pegaso,
¿acaso necesito de tu trote apacible?
He llegado como un amo severo
a cantar y glorificar las ratas.
Mi cabezota, como agosto,
vierte el vino burbujeante de los cabellos.

Quiero ser el velero amarillo
que va hacia el país adonde todos navegamos.

(Extraído Del Libro "Confesiones De Un Granuja" de Sergéi Esenin)

jueves, 27 de febrero de 2014

Sintimiento

es esto de zurcir la ropa desgastada
entre enemigos muertos

es barrenar el cielo en busca de verdades
y regresar contando los puñados
de agujeros de aire negro y poca cosa

las vísperas de algunos infortunios
cuando la piel se espesa
y nos volvemos duros
a fuerza de morder tabaco viejo
allí en la barricada

será solo por eso y tantas cosas
que me dejo caer en tus renglones
y escribo el corazón que me resiste

y puedo hacer hablar hasta a mi risa

y me quedo dormido sin aviso
y olvido que dejé la puerta abierta

qué más

qué más puedo decir para que entiendas

miércoles, 19 de febrero de 2014

Tuyo

este viento animal embiste y va arrasando las soberbias
su transa son arcadas inquietantes
desteje la pelambre de lo obsceno
en latas que colgaron de un alambre
por eso hay un ladrido de perros y de sombras
por eso un verde miedo recorre el espinazo
y hay gente que se oxida
que tiembla arrinconada
y el mundo se despoja del atuendo
y el mundo muestra inepto sus escamas

ahora bajo el peso de una tumba con objetos
parece inobjetable el resultado
los lobos buscan más que carne fresca
los adiestraron antes
los mismos que te anclaron a las cosas
y mira la ecuación cómo se enreda teniendo el mismo padre
la luz y la razón
se aplican a inventar otra pirueta

tú temes
otro
mata

como si hubiera puertas
o hubiera
alguna callecita para evitar la urgencia
o al menos un pasillo hacia lo opuesto
de la doctrina inmunda de tanto mercenario
como si te sirviera
putear a tu valor
diciendo una plegaria debajo del batón de tu mamita
echar la culpa al resto
mirar hacia otra parte
huír pisando cráneos y principios
licuado como estás en este engrudo

no quieras que argumente
no lo hago
ni quiero que me busques
porque es tarde

primero
yo aborrezco a los traidores

después
si aún conservo valentía
será para amar más a la que amo

lunes, 10 de febrero de 2014

In Verso

él escribió dos líneas
y luego quedó rengo
tenía esa afónica costumbre
tenía
de rehén
su negociado

el trazo desigual le daba asilo
fluctuaba en las heridas más impunes
y regresaba solo
a esa hora impropia
cuando la arena negra
regurgita el mal olor de las resacas

acaso sopesó lo necesario

después
hay tanta gente que habla por el resto

así que se detuvo
mirando su puñado de palabras
y se dejó caer livianamente

estuve vivo
y estuve aprendiéndome a morir

eso fue todo