
que nunca te envié
un sinnúmero de cartas arrugadas
con remitentes ciegos
de espaldas a tu vida
latidos de un dialecto intermitente
hirviendo una leyenda a fuego lento
las cartas
las esquelas
la impericia
de un escribiente manco
que con su mano única
jugaba a presionar sobre el gatillo
sin animarse al grito del impacto
un aluvión de cartas
que nunca hubiera escrito
que nunca comencé a comenzarlas
que nunca merecieron la palabra
mil cartas con silencios y suicidios
en hojas de papel amarillento
contándote de cómo hubiera sido
hablándote de un tipo solitario
que no supo qué hacer con esa historia