tú venías por mi
y yo que nunca estaba en mi lugar
mirando el mapa
de un barrio japonés
siempre del lado
donde el asunto es otro y no el que importa
cruzando diagonales con esquinas
de lámparas austeras
perdido en el barullo
de calles a la orilla
de cierto vecindario inescrutable
y yo siempre saliendo a la hora impropia
atravesando azules claraboyas
oliendo el suelo estéril de un baldío
y sin poder zafar de los embudos
buceando a contraflecha
sin entender qué diablos me impulsaba
a no desear la luz de la avenida
optando por la incierta trayectoria
por grietas y cornisas
e inhóspitas callejas
y es lógico pensar que te aburriste
es arduo hacer un pacto con quien sale
y olvida despedirse
es lógico entender ese cansancio
y tu silueta yéndose hacia nunca
y la sombra pesada sobre el muro
rayando un garabato que contaba
las cosas que pudimos cuando fuimos
las cosas que intentaste inútilmente
el eco que jamás llegó a escucharse
porque en japón se hablaba en otro idioma
y yo que nunca estaba en mi lugar
mirando el mapa
de un barrio japonés
siempre del lado
donde el asunto es otro y no el que importa
cruzando diagonales con esquinas
de lámparas austeras
perdido en el barullo
de calles a la orilla
de cierto vecindario inescrutable
y yo siempre saliendo a la hora impropia
atravesando azules claraboyas
oliendo el suelo estéril de un baldío
y sin poder zafar de los embudos
buceando a contraflecha
sin entender qué diablos me impulsaba
a no desear la luz de la avenida
optando por la incierta trayectoria
por grietas y cornisas
e inhóspitas callejas
y es lógico pensar que te aburriste
es arduo hacer un pacto con quien sale
y olvida despedirse
es lógico entender ese cansancio
y tu silueta yéndose hacia nunca
y la sombra pesada sobre el muro
rayando un garabato que contaba
las cosas que pudimos cuando fuimos
las cosas que intentaste inútilmente
el eco que jamás llegó a escucharse
porque en japón se hablaba en otro idioma