y yo que fui testigo
del arlequín del hambre
bailando en las cornisas
cuando la noche era
festejo de secuaces
con pluma y fechoría
cuando me daban ganas
de un sueño a cada risa
cuando las sensaciones
subían a raudales
y el precio era el latido
y la mirada limpia
uno se complacía
de recitar sin prisa
aquel tiempo desnudo
carente de sentido
y yo que fui testigo
de muertes y atropellos
del ángel degollado
por míseros verdugos
ahora me entristece
el suelo empobrecido
el páramo en que yace
el sueño intransigente
o tantos cementerios
de cosas imprevistas
el peso gris y hostil
que obliga al paquidermo
pesado
tan pesado
atónito al pensar
por qué su tanta carga
por qué
su demasiado
y yo que fui testigo
de la delgada línea
de los equilibristas
que vi la transparencia
llorar en los cristales
que comprendí las causas
de caminar liviano
dejé de repetirme
algunas esperanzas
no hay corazón afuera que encuentre algún camino
los pasos que percuten
recuerdan
palacios donde nadie ha de llegar
casas sin nadie
inmensas extensiones
rompiendo las pupilas de un idiota
abrázame esta noche
quisiera ser la víctima del fraude
pensar que no estoy solo
llorar desde tus ojos
sentir
por un instante
que no hay oscuridad
ni precipicio
sentir
que somos dos
hasta mañana
o hasta que me despierte el asesino
quisieras explicarte
el áspero sonido
que escribe mi cuchillo
la tarde pudo ser un nido muerto
o pudo ser guitarra
pulsando un sol extinto entre fogatas
depende del invierno
a veces
sólo a veces
rozamos la ceniza
en donde hemos guardado aquellas sogas
y ocurren los milagros
y estas palabras saben ser caricias
también
cuando la piel del alma se desnuda
quisiera yo explicar mejor las cosas
pero es de noche ahora
y hace frío