viernes, 21 de mayo de 2010

Densolación

y yo que fui testigo
del arlequín del hambre
bailando en las cornisas

cuando la noche era
festejo de secuaces
con pluma y fechoría

cuando me daban ganas
de un sueño a cada risa

cuando las sensaciones
subían a raudales
y el precio era el latido
 

y la mirada limpia

uno se complacía
de recitar sin prisa
aquel tiempo desnudo
carente de sentido

y yo que fui testigo 
de muertes y atropellos
del ángel degollado
por míseros verdugos
 

ahora me entristece
el suelo empobrecido

el páramo en que yace
el sueño intransigente
o tantos cementerios
de cosas imprevistas

el peso gris y hostil
que obliga al paquidermo

pesado

tan pesado

atónito al pensar
por qué su tanta carga

por qué
su demasiado

y yo que fui testigo
de la delgada línea
de los equilibristas
que vi la transparencia
llorar en los cristales
que comprendí las causas
de caminar liviano
dejé de repetirme
algunas esperanzas