domingo, 30 de diciembre de 2018

entonces unos perros purohueso
despojados de su instinto
residuales
sin olor que les maneje el desoriente
se licúan en remotos callejones
se confunden en los nidos de la niebla
y se llevan cabizbajos e ignorantes
algún hilo del color más desgastado

enredada entre las patas como lastre
la resaca que dejó la madrugada

es inútil exigirles la conciencia
es inútil procurar que lo comprendan

hay un hombre bajo un tanque que derrama
agua gris
con ruido espeso
hacia la calle
y sus manos que procuran evitarlo
pero eso es condición de lo inasible

pasa el perro sin mirar
el tiempo pasa
y el oscuro monigote tan absurdo
danza de un extremo a otro de la acera
sin lograr alguna gota que interrumpa
ese ruido a diente roto
ese olor a flor perdida
el chasquido de las cosas sin regreso

yo no quiero argumentar sobre la angustia
empeñarme en olvidar
y ser olvido
o seguir el curso errante de los perros
porque aún puedo entender al triste loco
que seguro ha de bailar hasta que muera