ahora
que a merced
de un diablo empobrecido
de un dios de poca monta
me doy contra los dientes del espejo
ahora
con la boca
rumiando algún silencio
me viene a interrogar su inexistencia
o aquello que maté
diez mil años atrás de este segundo
y tiene la tristeza como un barco
que pasa por sus ojos
mientras se niega a ver el horizonte
y tiene sus dos manos en menguante
y le tiemblan las piernas
cuando presagia el frío de su suerte
ahora
que recuerdo
la noche derrumbada en la azotea
los pasos que llegaban
para matar un sábado sin nadie
las almas que abrazaban mis angustias
me siento
este traidor
que no perdono
que a merced
de un diablo empobrecido
de un dios de poca monta
me doy contra los dientes del espejo
ahora
con la boca
rumiando algún silencio
me viene a interrogar su inexistencia
o aquello que maté
diez mil años atrás de este segundo
y tiene la tristeza como un barco
que pasa por sus ojos
mientras se niega a ver el horizonte
y tiene sus dos manos en menguante
y le tiemblan las piernas
cuando presagia el frío de su suerte
ahora
que recuerdo
la noche derrumbada en la azotea
los pasos que llegaban
para matar un sábado sin nadie
las almas que abrazaban mis angustias
me siento
este traidor
que no perdono