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Dedico este libro a las monjas, a los frailes y a los maestros que me tocaron en suerte, sin cuya ayuda también hubiera aprendido a escribir y a ver que el sistema de vida occidental (¿no era redondo el mundo?) es una verdadera mierda.
Y a mis viejos, porque me aguantaron de chaval (si a mi me sale un hijo así, lo mato). Agradezco a mi padre, que un día que apareció en la tienda una de las monjas del colegio donde estuve de pequeño y le dijo de sopetón:
-Pues tu hijo, cuando canta, quema una cruz en el escenario.
Mi viejo sin pestañear contestó:
- Ah, no sé, yo a buenos colegios ya le mandé.
Y ya no agradezco a nadie más.
(Extraído del libro: "Por los hijos lo que sea", de Evaristo Páramos)
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