pienso que alguno de nosotros
debió impedir que vos te nos murieras
pero ahora la baraja está jugada
y ya no estás aquí
y es para siempre
y no voy a encontrarte en el taller
y no me esperarás con una broma
y no rechazaré de nuevo el whisky
y no podré quejarme por el timbre
del que te harías cargo un día de estos
y el lunes
lo prometo
llevo el auto
para que al fin arregles esas luces
y lo que duele más son tantas cosas
y nada duele menos este día
y ahora sé que nunca serás vos
cuando de nuevo suene mi teléfono
se me hace tan difícil entenderlo
y es tanta la humedad en las entrañas
en medio de esta música tan lejos
en medio de este viaje que aliviabas
y ahora qué me importa carl von weber
qué hago con el tiempo que guardaba
para estar junto a vos
para contarte
del diablo en el violín de paganini
del genio insoportable de sebastian
de cómo recobraste a leopoldo
y qué sentido tienen las hileras
de alternadores rotos y bobinas
si no estará el azul de tu uniforme
ni tu cabeza cana
ni tu nariz rojiza
y aquel mundo manchado con aceite
que fuiste transformando en un santuario
qué estábamos haciendo aquella tarde
a dónde fuimos todos
en qué pensaba yo
que me reía
a sólo un par de cuadras
y no pude evitar que resbalaras
y no intuí tu muerte
y nadie vio lo absurdo del instante
y nadie que impidiera la caída
que amortiguara el peso de tu cuerpo
que se aferrara a una de tus alas
y nada pesa más en este día
que no haber escuchado aquel presagio
y nada me resulta más estéril
que pretender buscarte en los recuerdos
y nada me daría más consuelo
que asesinar a dios
si es que existiera
debió impedir que vos te nos murieras
pero ahora la baraja está jugada
y ya no estás aquí
y es para siempre
y no voy a encontrarte en el taller
y no me esperarás con una broma
y no rechazaré de nuevo el whisky
y no podré quejarme por el timbre
del que te harías cargo un día de estos
y el lunes
lo prometo
llevo el auto
para que al fin arregles esas luces
y lo que duele más son tantas cosas
y nada duele menos este día
y ahora sé que nunca serás vos
cuando de nuevo suene mi teléfono
se me hace tan difícil entenderlo
y es tanta la humedad en las entrañas
en medio de esta música tan lejos
en medio de este viaje que aliviabas
y ahora qué me importa carl von weber
qué hago con el tiempo que guardaba
para estar junto a vos
para contarte
del diablo en el violín de paganini
del genio insoportable de sebastian
de cómo recobraste a leopoldo
y qué sentido tienen las hileras
de alternadores rotos y bobinas
si no estará el azul de tu uniforme
ni tu cabeza cana
ni tu nariz rojiza
y aquel mundo manchado con aceite
que fuiste transformando en un santuario
qué estábamos haciendo aquella tarde
a dónde fuimos todos
en qué pensaba yo
que me reía
a sólo un par de cuadras
y no pude evitar que resbalaras
y no intuí tu muerte
y nadie vio lo absurdo del instante
y nadie que impidiera la caída
que amortiguara el peso de tu cuerpo
que se aferrara a una de tus alas
y nada pesa más en este día
que no haber escuchado aquel presagio
y nada me resulta más estéril
que pretender buscarte en los recuerdos
y nada me daría más consuelo
que asesinar a dios
si es que existiera