miércoles, 2 de abril de 2008
Paz
ni la más leve huella de dios en las cornisas
apenas un sinuoso escalofrío
la invitación con luces de artificio
a rescatar lo que nunca perdiste
y tu razón marchando a contramano
y tu pequeña guerra sin soldados
sin nadie a quien matar
sin vencedores
cortando la maraña con los dientes
durmiendo entre las ruinas del vacío
hiriéndote la piel con las espinas
tú no querías esto
te obligaron
y renunciar a ti garantizaba
la paz que te vendía el mercader
pero aprendiste el juego del idiota
para poder sortear el laberinto
y reencontrar al niño de tu alma
allí
donde escondido
te esperaba
allí
donde la luz
amanecía
profundidad de océanos y cielos
un prisma en los rincones de la carne
fluctuar de llama roja en las paredes
un pájaro ceniza
que se vuela
de navegar un tramo de intemperie
modificando el viento con las manos
hasta la luz más tuya tuvo un precio
pero llegar allí
fue la celebración de tu certeza
allídejarse estar
beber
las claridades
flotar como una rama sobre el agua
sin peso
sin por qué
quedarse quieto
sentirse atomizado entre la espuma
verter
más luz aún
en el sosiego
perderse sin remedio en los espejos
fragmento de infinito que desangra
quietud
tranquilidad
cabeza ingrávida
flotando paz adentro del milagro
y cada cicatriz tuvo sentido
y cada atardecer
valió la pena