viernes, 21 de marzo de 2008

Princesa



















-a mi hija-

pude ver la dulce excitación
temblándole en el pecho
sus ojos delataban sin saberlo
aquel leve rubor de su inocencia

así se confundía
inmersa en su ajetreo
los nombres de las calles
con la bisutería
apenas levitaba
como si fuera un ser recién amanecido
y el mundo era de magias
de azules derretidos
en el crisol de sus encantamientos

no quise perturbar lo irrepetible
imaginaba cada movimiento de sus manos
cada mirada suya hacia el espejo
su pelo derramándose en el aire
el detalle sutil
el toque tenue
la ceremonia de un otoño nuevo
y de un día distinto

cuando ella abrió la puerta de su cuarto
la precedió un perfume de jazmines
y una sonrisa hecha de diamantes

no supe qué decir

tragué saliva

y pese a mis esfuerzos
una gotita de alma se fue pupila abajo

mi mano enjugó rápido la lágrima
aunque mi voz tembló cuando le dije
que era la flor más bella del planeta

después le di mi brazo a la princesa
y la llevé sonriendo
a su primera fiesta